lunes, 10 de enero de 2011

El juguete y los colores.

El negro es la suma de todos los colores, o la rotunda ausencia de ellos. Yo hoy no veo ningún color a mi alrededor, así que me parece que es la inminente ausencia la que me atrapa. La que iluminaba con luz los colores de mi corazón hoy ya no está; se fue por una de esas razones que jamás podremos entender, y que al final tampoco queremos hacerlo.

Al irse no solo se llevo mis colores, se llevo mis sueños, mis ganas. Porque no sabes lo que pasa, pero tenés esa insistente sensación de que algo está mal, de que algo no es como estaba planeado, la sensación de esa lagrima a punto de caerse.

No sé si la extraño, no sé si la quiero. Pero toda esa ignorancia hace que me pregunte para que existo. Y también el que se haya ido me hace pensar que no era tan diferente al resto, porque en vez de querer ser diferente, era igual, distinta pero parecida. Ella no quería que nadie supiera lo que mis ojos decían; se escondía en talleres de manualidades con la esperanza de que nadie se diera cuenta de que ella no jugaba con muñecas, y jamás iba a disfrutar pintando acuarelas.

La quiero, si. Y entiendo también. El peso de ser vos mismo no es tan fácil de llevar. Pero no entiendo porque me enamoró y después me dejó ciega. Ciega de colores, ciega de formas, ciega de sensaciones. Solamente para que nadie la viera jugar con autitos.

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