sábado, 25 de septiembre de 2010

Solo fue un jueves.

Jueves. Ese día tengo que ponerme el par igual de medias porque tengo que descalzarme y subir a esa balanza perversa. Ver mi peso nuevamente en esa pantalla más verde que ninguna otra, mientras parece de reíre de mi una y otra vez sin detenerse. Escuchar a la nutricionista decir lo mismo de siempre, "toma agua, come frutas, no comas dulce". Saber que no lo hago por mí, sino porque otros quieren que lo haga. Sentirme mal por no estar haciendo lo que verdaderamente necesito dentro mío, como unos minutos extras de sueño, o unas calorías de más. Tener la capacidad de darme cuenta que no soy normal.
Voy a teatro, soy yo. Ese día lo mejor es ir al teatro. Actuar arriba de la rugosa pero perfecta madera que tanta cultura ha visto. Bailar al son de una música extraña hasta que el tiempo paresca agotarse. Reír sin importar lo que pase afuera, sintiendo goce en cada sensación que se permite mi cuerpo. Creer en que todo se puede lograr ahí arriba. Desear ser una astilla para estar siempre ahí. Volar sobre las butacas pensando en nada. Ser libre, cada uno a su propia manera.
Volver a casa. Ese día lo peor es volver a casa. Sentir el cansancio latiendo en cada centímetro de tu cuerpo. Escuchar voces que te gritan que dobles tu ropa. Tratar de prestarle atención a las manos que se mueven delante de tus ojos. Articular alguna que otra palabra para que dejen de gritar. Percibir en el aire la presión que hay sobre tus hombros todos los malditos días. Querer volver al teatro a sentir tu libertad dentro de tu cabeza. Gritarle al mundo que ya no soportas tanto reproche. Decirle que aún eres joven, y que no precisas hacer cosas de viejos para ser igual a ellos, porque no quieres ser igual a ellos. Encerrar tu cuerpo en el baño y pasar llave, sabiendo que tu alma se extinguió con los últimos gritos. Manos que golpean la puerta una y otra vez, sin cesar, sin parar. Te duele la cabeza, basta. No quieres abrir más los ojos, basta. Dejaste de respirar, basta.


R.Cadmio

lunes, 20 de septiembre de 2010

Jazmines pisoteados siendo Rosas con espinas.

Mientes. Me miras a los ojos y mientes; mientras yo aguanto las lágrimas que me desbordan los párpados. Cada vez que te escucho hablar, quiero que se me vallan de los oídos las palabras, así como tus caricias se van a de mis manos, pero no, cada palabra queda guardada en mi memoria, dando vueltas dentro de mi cabeza, preguntándome a mi misma porqué te quiero.
Me dijiste que me querías por ser diferente, pero me mentiste. Me dijiste que nunca me harías llorar, que cada momento a tu lado serían sonrisas borradas por otras, que me saldrían arrugas junto a la boca, que no me querías perder, que deseabas que yo fuera solo tuya por siempre. Y mírame ahora, rogándote un beso, pidiéndote a gritos mudos un abrazo, teniendo que mirarte con ojos cansados de mentiras.
Mil cosas me dijiste, y hoy no creo en ninguna. Traté de no darme cuenta pero no pude. ¿Por qué turbaste mi vida? ¿Por qué no me dejaste con mi antiguo dolor, que era más patético que este? ¿Por qué me enamoraste si sabías que solo iba a causar mi llanto? ¿Por qué? Solo un quiero esa respuesta, las otras las puedo imaginar en base de la última. ¿Por qué ocasionar tanto dolor? ¿Para decir que sos bueno engañando? ¿Para decir que ya no estás por culpa mía? ¿Para tratarme de pendeja obsesiva?
Lo único que lograste es decepcionarme, pero esta vez es encerio. Juraste que nunca iba a morir por amor, y hoy me estás clavando la daga que hará que me vuelva fría, como vos. Gracias, linda mujer amante de las rosas con espinas, hoy soy el jazmín pisoteado del jardín del Edén.



R. Cadmio

lunes, 13 de septiembre de 2010

Dios y yo.

- Hola, soy Martin y estamos haciendo un encuesta para la Iglesia de la Fé Cristiana. ¿Me permitirías un segundito de tu tiempo? Muchas gracias. Primera pregunta, ¿Crees en Dios? Ok, no. Segunda, ¿Dejarías entrar a Jesús en tu corazón?

- Hola Martín, me llamo Agustina mucho gusto. La verdad que no creo en Dios, y no dejaría entrar a Jesús en mi corazón por el simple hecho de que no creo que sea hijo de tu Dios. No me preocupa que mi alma se valla al cielo, ya que para mi el alma no es un espiritu, para mi el alma es energía, es la energía que nos hace movernos todos los días, cuándo esa energía se termina nuestra vida también, nos vamos apagando y al final de todo el cuerpo se va al cementerio y el alma ya se extinguió. Respeto profundamente en lo que tu crees, porque veo que el tener fé en algo te ha sacado de varios momentos feos que tuviste que pasar; pero no me pidas que crea en algo que no puedo ver, ni tocar, ni oler. ¿Qué si yo creo en "Ver para creer"? Te paso a explicar Martin, no creo en que los sentidos sean infalibles, pero tampoco acredito que exista una fuerza superior al hombre, y que vele por ellos amandolos como vos decís. Yo también creo en un teoría, para mi el hombre es el mundo; todo lo que se proponga lo puede hacer. Y sí, somos débiles, crueles y despiadados. Pero hay gente como vos y yo, que elegimos creer en algo que nos hace bien, a vos te hace bien pensar que hay alguien que por las noches te cuida, a mi me hace bien ver a la gente feliz. Me hace muy feliz que tu cristianismo te haga feliz, me pone muy feliz que aquel hombre esté con una mujer, y también me hace feliz que aquel hombre esté con el hombre que ama. Ahí diferimos querido Martin, yo no creo que tu Dios acepte esa discriminación que hay en tu voz al hablar de la homosexualidad, según lo que me estás diciendo, tu Dios solo quiere que todos los hombres seamos felices por igual ¿No?. ¿Entonces porqué me estás mirando de esa forma? ¿Por alegrarme de que gente con diferentes gustos sea feliz? Bueno, exactamente por eso no dejo entrar a Jesús en mi corazón, porque si él me va a hacer pensar así, prefiero que mi alma divague por el limbo. Muchas gracias por tu tiempo Martin, que sueñes con los angelitos y con tu Dios.


R. Cadmia