jueves, 3 de febrero de 2011

La muchacha de ojos negros.


La muchacha de ojos negros
se encontraba por allá.
Sin saber que la miraba,
sin saber que la soñaba.
Se sentía su música desde mi lugar,
una murga candombera
del camión de un tulipán.
La sentías por el pasillo,
chico, repique y piano.
Cantando con el alma
esa murga sin control.
Sintiendo en cada nota,
y en la sangre un fervor,
parecido al de los cientos
uruguayos en carnaval.
Sin sentir los pies en piso,
con el alma en un escenario,
ella cantaba sin pensar,
solo lo hacía por gozar.
La muchacha de ojos negros
me inspiró aquella noche,
hay que cantar, hay que ser libre,
hay que subirse a ese camión,
gritandole al mundo que muchachas o muchachos,
todos cantan, todos bailan,
pues así es el carnaval.
Que no hay cosas para viejos,
ni para experimentados.
Que una voz adolescente,
salvaje y rota por la emoción,
mueve almas, mueve mundos,
quiere y puede que más da.
La muchacha me enseñó,
que no todo es un tabú,
y que al amor al arte urbano,
no se pierde en el tranvía.



R.C.

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