lunes, 10 de enero de 2011

El cantante y el pianista del alma.

El atardecer es una de las cosas más hermosas que existen. Pero el tener que verlo en solitario, no lo es tanto. Para ser feliz hay que aprender a ver con felicidad. ¿Y quién puede tener felicidad si no tiene a nadie más que a si mismo? Miles de personas están al lado tuyo, pero no contigo. Sabés que si se lo proponen te pueden escuchar, pero no lo hacen por iniciativa propia. Esperan a que el moribundo comparta su pena para darle un consejo. Y el moribundo, ya no tiene fuerzas para hablar cuándo necesita ese tipo de compañía. No quiere sentir más, no quiere llorar más. Entonces, ¿por qué no luchamos por vivir? ¿Por qué no nos desnudamos el alma?

“Quiero que vos aprendas a llorar por mi para que yo aprenda a llorar por vos” me dijeron alguna vez. Y hasta hoy pienso que es lo más hermoso que me han dicho. Uno mismo no tiene porque saber llorar por todos, pero si se puede tratar de aprender. Debe sonreír por todos, crecer por todos, soñar por todos, luchar por todos.

Tenemos que ser el cantante del bar de la esquina, que sin conocer a nadie, canta las penas de todos. Tenemos que aprender a tocar el piano como el pianista de la taberna de Madrid, porque no solo interpreta miradas, sino que habla con las manos. Tenemos que ser más que uno mismo. Tenemos que saber ser todos juntos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario