lunes, 10 de enero de 2011

Le Ballerine Clasique.

Se la veía danzar de la puerta al umbral, con unas zapatillas y un tutú café. Ella concentrada buscando la música perfecta, mientras perdía la cabeza entre sonatas y alegrías. Verla danzar por la ventana, era el mejor programa para pasar un atardecer; la gracia de sus piernas, los movimientos de sus manos y la cabeza que moviendose con gracia sabía acompañar a todo el resto, formando la mejor de las sinfonía.

No muchas tenían el porte, los pies hechos a medida, ni siquiera los ojos pardos, que hasta cerrados hablan de cisnes y de gorriones perdidos entre acordes. A lo mejor, llevaba la música en la sangre, y mientras recorría el piso, las mismas notas recorrían su cuerpo.

Solo la veía danzar todas las tardes, con su tutú café y las zapatillas de ballet. Los rizos azabache le caían por lo hombros, mientras por el cuerpo caían gotas de sudor. A pesar de ser perfecta, ella no estaba conforme, quería brillar, ser una estrella del cielo que danzara para todos. No me gustaba verla triste, porque en su tristeza también se sumía su baile.

Tantas veces la ví, que muchos años pensé estar enamorada, pero no de su persona, sino de ella bailando. De su cuerpo al girar, de sus manos al chasquear, de sus piernas al subir. Con tanto amor la miré todos lo atardeceres de mi vida, que el día que no estuvo danzando frente e mi ventana, supe que nunca mas lo haría.

Había encontrado dónde brillar para muchas más personas que solo para mi. Ellos la aplaudían de pie, mientras yo solo la miraba embelesada. No me dijo hasta luego, ni siquiera bailó una sola vez más para mi. Se limitó a cerrar la cortina y a mandarme por debajo de la puerta una invitación al teatro, dónde rezaba: "Le mellioure ballerine clasique du monde"



R.Cadmia

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