domingo, 20 de febrero de 2011

Momo me lo dijo.

¿Viste cuándo te sentís fuera de lugar, sin sitio a dónde ir, sin gente que querer? Yo era el vivo retrato de esa imagen, en cuerpo y alma. Hasta el día que lo conocí.
Yo lo veía que me miraba fijo, sin perder mis movimientos, como si yo me fuera ir al menor suspiro, como si tuviera miedo de que no fuera nunca más. Se acercó y como quien no quiere la cosa me dijo 'Hola preciosa'. Yo me miraba y me miraba, y no podía entender como iba a estar preciosa de jogging Hering, zapatillas y buzón. No buzito de hilo, buzón gigante de esos que usas en pleno julio cuándo estás lejos de los calores de carnaval.
Me quede absorta en mis pensamientos, hasta que sentí la necesidad de acercarme a la barra y darle la cara al destino. En cuánto me senté me le planté en frente y le dije 'Dejame subir ahí, que yo también quiero cantar, Momo me lo dijo hace un ratito no más'.
El muchacho de la murga, sorprendido con mi pedido me preguntó si ya había cantado alguna vez. 'Cantar de corazón todos los días, cantar en una murga jamás'. 'Entonces, 'tas adentro muchacha'.
Y así empezó mi viaje. Fueron días abrumadores, bacanales, vanos, borrachos de canto popular, de guitarreada masiva, de locura bizarra. Me pongo a pensar, y todavía no creo que aquella muchacha de apenas 17, tuviera la cabeza de saber lo que quería. Sin embargo, agradezco a los cielos brillantes de estrellas, a los parques de engrudo y cal, a la lluvia de lunas plateadas, a los soles pintados en las caras, agradezco al universo entero por haberme puesto en el camino del camión, y por hacer que parara para llevarme lejos, a otros mundos, a otra galaxia, a mi verdadera casa.
Y si ahora pienso en como podrían haber sido las cosas, no me importa en lo absoluto. Porque yo estuve ahí arriba, yo vi a reír a mucha gente, yo lloré con otra tanta. Yo pensé en ideas nuevas, yo hice lo que que el corazón me decía, yo me subí al increíble camión, que con zorra o no, me llevo más allá de las ideas, me llevo a un lugar que no importa si es mágico o no, me llevo al corazón del carnaval.




A.B

jueves, 3 de febrero de 2011

La muchacha de ojos negros.


La muchacha de ojos negros
se encontraba por allá.
Sin saber que la miraba,
sin saber que la soñaba.
Se sentía su música desde mi lugar,
una murga candombera
del camión de un tulipán.
La sentías por el pasillo,
chico, repique y piano.
Cantando con el alma
esa murga sin control.
Sintiendo en cada nota,
y en la sangre un fervor,
parecido al de los cientos
uruguayos en carnaval.
Sin sentir los pies en piso,
con el alma en un escenario,
ella cantaba sin pensar,
solo lo hacía por gozar.
La muchacha de ojos negros
me inspiró aquella noche,
hay que cantar, hay que ser libre,
hay que subirse a ese camión,
gritandole al mundo que muchachas o muchachos,
todos cantan, todos bailan,
pues así es el carnaval.
Que no hay cosas para viejos,
ni para experimentados.
Que una voz adolescente,
salvaje y rota por la emoción,
mueve almas, mueve mundos,
quiere y puede que más da.
La muchacha me enseñó,
que no todo es un tabú,
y que al amor al arte urbano,
no se pierde en el tranvía.



R.C.